No hay mano
que no ha de pedir limosna
sentada en el umbral de tu boca.
No hay mejor moneda,
que un beso de tus labios,
y más si de antemano
me he quedado en el olvido.
Desorientado, enfermo y penitente,
pagaré posada con mis dientes,
masticando el hastío de tu frente.
Fría y tormentosa la noche,
aún espero el apático metal.
¡Lo reclamo!
con un hola de tus párpados.
Tuve el presentimiento
de haber cometido un acto desaguisado,
de estirar mi mano para tocar tu frente.
Autor: Manuel Gimeno Cervera
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