La eterna luz del fuego nos alumbra,
¡danza! El baile de las sombras fugaces
en la arena estéril, pies descalzos,
siente y tiembla en este instante profundo,
que las bellas voces bailen y bramen
y luce la piel de los pies sangrados.
De sangre te infartas, los dedos rumban
expresan con ganas y sin negarse,
fieles artistas fueron aceptados
con devoción arden, el grito pausan
los sonidos honro, frío plumaje.
La Luna, con su cortejo de ahijados,
son jueces de la paz y la ley zurzan,
serán todos nombrados, por coraje
serán, mientras haya albas, adiestrados
y la danza de la muerte rezurzan.
Llevaremos la mirada flagrante
y el misterio sobre el pecho marcado.
Autor: Manuel Gimeno Cervera.
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