domingo, 23 de abril de 2017



CORONA DE SONETOS
MALDITOS BASTARDOS

Soneto 0 (soneto madre)

En los tiempos oscuros y ancestrales,
gobierna una deidad cada elemento,
como furiosos entes inmortales,
en la tierra y el fuego, el mar y el viento.
Se retuercen sus ínfulas letales
cuando intuyen el agrio nacimiento
del hijo de dos signos zodiacales,
que cambiará la ley del firun descuido
y provocan la cólera evidente
del padre y las demás constelaciones.
María Rosales

Soneto I

En los tiempos oscuros y ancestrales,
cuando nada era todo y todo nada,
de los lóbregos antros siderales
se elevó una inocencia ilusionada.
Deja ahora esa luz en los anales
la esperanza que anida en su mirada;
y un espasmo sacude los umbrales
donde mora la sombra despiadada
de unos dioses que temen su agonía,
pues se unen los Doce ante el pasado
porque llega al presente su momento.
Es el hoy, el instante, el nuevo día,
si en un orbe caduco y acabado
gobierna una deidad cada elemento.

Marcos Circenses

Soneto ll

Gobierna una deidad cada elemento
e imponen con furor tormento y muerte;
los vientos emponzoñan con su aliento,
el fuego con cenizas se divierte,
la tierra está en constante movimiento
y el agua en destructora se convierte.
Existe en las estrellas sufrimiento
y el augurio de un ser que los liberte.
El rapto de los dioses, por temor,
al lucero que cumple el vaticinio,
enardece los cuerpos celestiales,
que luchan aguerridos con valor,
triunfando, hasta lindar el exterminio,
como furiosos entes inmortales.

Helena Restrepo

Soneto III

Como furiosos entes inmortales,
en un mágico mundo con su historia,
van los doce soldados siderales
donde Aries batalla por la gloria.
Extermina a los bravos de sus males
con el ígneo blasón de la victoria
al honrar los guerreros ancestrales
el perpetuo valor de su memoria.
Pone Aries en liza su destreza,
tras su piel de oro puro enriquecida,
y esmalta la justicia de talento,
de esplendor, de virtud y realeza;
la vehemencia en su lucha es aplaudida
en la tierra y el fuego, el mar y el viento.

Teresa Amado Nervo

Soneto IV

En la tierra y el fuego, el mar y el viento,
se alza firme la voz para la guerra;
no es mi modo, me falta hasta el aliento:
a su paz, el buen Tauro, mal se aferra.
Y no lo aceptaré, también me enfrento,
¡por los montes de Venus, y la tierra!,
ayudaré a ese niño, aunque regento
al signo más paciente, eso me aterra.
Así que, junto a todos, apechugo,
y no habrá en nuestras manos caridad,
se acabaron sus reinos infernales.
Unimos nuestras fuerzas contra el yugo,
hasta ver que, en su propia iniquidad,
se retuercen sus ínfulas letales,

Juan Risueño Lorente

Soneto V

Se retuercen sus ínfulas letales
las terribles potencias de la Nada.
Los gemelos, testigos de sus males,
desenfundan el filo de su espada.
Que sus gritos recuerdan vendavales
y, su furia, tormenta desatada.
Sus estrellas parecen ser puñales
de justicia y fiereza plateada.
Cuando lucha, descubre sorprendido
que el origen del mal no es la violencia;
es el miedo, dolor y sufrimiento.
.
Las potencias temieron al nacido
y el temor es castigo y es sentencia
cuando intuyen el agrio nacimiento.

Luis Valero de Bernabé

Soneto VI

Cuando intuyen el agrio nacimiento,
saltan chispas que inundan la amplitud,
comenzando el combate más violento
en que muestran los signos su actitud.
Brama cáncer al ver la esclavitud
y se suma a los once en un momento
de pasión rencorosa en plenitud,
timonel de su propio sentimiento.
Se deshace la noche en explosiones
sin que quepa el sabor de la derrota
para aquellos que son universales.
Y se siente embargado de emociones
cuando un vivo fulgor de pronto brota
del hijo de dos signos zodiacales.

Inmaculada Nogueras Montiel

Soneto VII

Del hijo de dos signos zodiacales
se erigen los cimientos de un camino
que infunde la ilusión en los mortales.

Cuerpo de fuego, corazón felino,
reo de los pecados terrenales.
Su vida, encadenada con mi sino,
se enlaza entre los puntos cardinales
bajo el orden regente del destino.
Sobre la antigua fuente desolada,
donde late el olvido de un sollozo,
el lucero elimina mi tormento.
Desde el sagrado reino de la nada,
es su boca la savia de este gozo
que cambiará la ley del firmamento

Manolo Gimeno Cervera

Soneto VIII

Que cambiará la ley del firmamento
cuando alumbre su luz sobre la tierra,
pues tengo el virginal presentimiento
de que va terminar con nuestra guerra.
Una guerra entre dioses, sufrimiento,
el final vergonzoso al que se aferra,
por razones del vil resentimiento,
el dios que en la tristeza nos entierra.
Pero mi hijo vendrá con la balanza
impartiendo justicia hasta el más fuerte
mientras toma del brazo al oprimido.
Es posible que algunos, por venganza,
lo persigan en pos de darle muerte.
¡No pueden aceptar a un elegido!

Luis Salvador Trinidad

Soneto IX

No pueden aceptar a un elegido,
es algo que sin duda les tortura:
no admiten que el aliento del ungido
gobierne en sus dominios con holgura.
Prefieren conservar lo conseguido
y raptan, para ello, a la criatura,
no quieren pernoctar en el olvido
ni caer en eterna desventura.
Presumen de inmortales soberanos,
la balanza impondrá justas razones
pues carecen del estro del clemente,
El poder se escabulle entre sus manos,
pues, quizás, el poder de sus acciones
los envíe al exilio permanente,

Ramon Bonachi

Soneto X

Que los lleve al exilio permanente
y reduzca a cenizas cada ancestro
y elimine el linaje descendiente
de los dioses del pánico siniestro
Aquellos que de un modo improcedente
provocaron mi rapto y mi secuestro
esa noche corrupta e inclemente
en que el mal fue señor y fue maestro
Del agua mis cenizas ya renacen,
ya se alza el escorpión ya resucita
temblad dioses perversos y mamones
que todos vuestro yugos se deshacen
al extender mi patria, hoy infinita,
a través de remotas dimensiones.

Joan Casafont Gaspar

Soneto XI

A través de remotas dimensiones,
se murmura que llega un neonato
poderoso, según las previsiones,
salvador, justiciero, el más sensato.
Los dioses controlaban las prisiones,
por ello deseaban un nonato,
soy signo sagitario de aflicciones
de un orbe despiadado y sin recato.
Las fuerzas se equilibran y regulan
y nace, con el brillo de una estrella,
el brote de los signos, complacido.
Entonces las deidades confabulan,
pretenden anular aquella huella:
secuestran al lucero en un descuido.

Carlos Corredor Camara

Soneto XII

Secuestran al lucero en un descuido
las fuerzas de lo oscuro maliciosas,
tienen al emisario sometido,
haciendo a sus mesadas victoriosas.
Los signos zodiacales se han unido,
formando están las huestes poderosas,
luchando con valor en su latido,
anclados entre opacas nebulosas.
Se canta de los justos la victoria,
pues se rinden los dioses a los hados
y aceptan una paz casi aparente.
Es hijo Capricornio de su gloria,
su aliento son los versos desbocados
y provocan la cólera evidente.

Pepy Vallejo Cuevas

Soneto XIII

Y provocan la cólera evidente
en el cosmos rocoso y macilento
con sus actos de orgullo impenitente
de un ocaso furtivo, astral ungüento .
En Acuario y su lluvia persistente,
se columbra del cenit el portento
de magnífica sed, rauda, emergente,
en el íntimo bien de este sustento.
Nada importa si en nada se aventura
el perpetuo socorro de la espera
en el halo triunfal de las ficciones.
La virtud que a su fin torna en oscura
la razón del orgullo y la bandera
del Padre y las demás constelaciones.

Enrique Sabaté

Soneto XIV

Del padre y las demás constelaciones,
que inundan con su luz el firmamento,
emanan las más sabias decisiones
que rigen fuego, tierra, mar y viento.
Los dioses, presumiendo de ambiciones,
provocan con su guerra el descontento
y aúnan los planetas sus acciones
rescatando al lucero del tormento.

Es Piscis, elegido por Neptuno,
la fuerza que controla la contienda
de dioses y demás signos astrales.
Y muestra entre sus aguas, uno a uno,
los pasos de la intrépida leyenda
en los tiempos oscuros y ancestrales.

Tere Bas

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