sábado, 23 de enero de 2016

MARATÓN DE ALEJANDRINOS.

1 No me daña la piel el rocío del alba, 
no me lastima el alma, cielo brioso que enalba 
este amor desbocado, mi otoño y primavera, 

mi invierno entre tus piernas, el néctar de tu herida,
no, no me daña el canto de la muerte fingida,
tu sueño es mi deseo si tu afecto tuviera.

2 Y mi corazón tiembla de tanto que te quiero,
en ese mar soñado, eres tú mi lucero,
con sangre de la viña tu atardecer aclamo,
para que el sol se ciña con gusto a tu terruño,
que las sombras empiecen desterrando mi zuño
con desnudos jadeos, incesante reclamo.

3 Mira cómo se mueven valentones los huesos,
a tu nombre convoco con mis dedos traviesos
como cosa prohibida ceñido a tu enagua
como un vértigo azul en tus ingles mezquinas,
solazando resabios como beso que trinas,
cuando bese tu cuerpo mi labio se hizo agua.

4 Elevando mis ganas, llevándote entre nubes,
la pasión va surgiendo cuando punzante subes
embriagando de sal a mi tallo sangrante.
Concédeme tan solo tu aliento frío mudo
mientras dure la noche, quita de mi este nudo
besando lo sublime, con tu boca cortante.

5 Mis ansias, mis suspiros dan brío a tus pupilas,
al dulce juego abriros, la saliva destilas
tus llamas, dulces brasas me bañan en tu brea.
Hoy como ayer, mi amor secreto inconfesable,
dará vida a tus ojos con ademán amable,
y siento por mi cuerpo la pasión que golpea.

6 Gozo de ti, tu pétalo sin miedo se libera
buscando tu razón que más me desespera,
la que pide un aullido sobre tus pechos rojos.
Te busco entre tus labios, con lágrimas te beso
lamiendo tus despojos como un perro sabueso
empapando tu sexo, la noche y sus sonrojos.

7 A tu libre albedrío dejo mis pensamientos
cuando bese tus labios, rosa de cuatro vientos.
Condenado así voy bajo un cielo de rojo,
tú, mi droga más fuerte, mi dolor infinito
en esta cruel locura, si a tu sexo visito
porque a mi corazón de todo mal despojo.

8 Deseo volver hacia lo bello de tu ombligo
callando tu pudor al corazón abrigo,
anidar mis caricias con su branca nevada
en medio de la noche como planta invasora
dando vida a mi vida cuando el lamento llora,
que florezcan la rosas en esta cruel velada.


Manuel Gimeno Cervera.

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