CORONA DE SONETOS
Odisea
Odisea
Soneto 0
Zarpamos al capricho de los vientos,
mecidos por la mar embravecida,
oyendo en nuestras naves los lamentos
del cíclope cegado por su herida.
Recogieron las olas las canciones,
hechizadas con voces de sirenas,
que, con sus fascinantes tentaciones,
llenaron de veneno nuestras venas.
Y el silencio amparó nuestro latido
en el terso regazo de una diosa;
prisioneros de un mundo sin sentido
a merced de una estrella vanidosa.
Iniciamos la vuelta lentamente
con la paz arropada en nuestra mente.
mecidos por la mar embravecida,
oyendo en nuestras naves los lamentos
del cíclope cegado por su herida.
Recogieron las olas las canciones,
hechizadas con voces de sirenas,
que, con sus fascinantes tentaciones,
llenaron de veneno nuestras venas.
Y el silencio amparó nuestro latido
en el terso regazo de una diosa;
prisioneros de un mundo sin sentido
a merced de una estrella vanidosa.
Iniciamos la vuelta lentamente
con la paz arropada en nuestra mente.
Zarpamos al capricho de los vientos,
llevados por la furia de la historia,
asidos a los pálpitos sedientos
de odiseas grandiosas y de gloria.
Se alternaban conquistas y derrotas,
cebándose la muerte en las batallas.
Surcábamos los mares hasta ignotas
regiones de selváticas murallas.
Ocurrieron sangrientos altercados
que fueron a la larga hermosas gestas.
Multitudes de intrépidos soldados
libraron la mayor de las apuestas.
Fuimos hombres con sangre ennoblecida,
mecidos por la mar embravecida.
Teresa Fernandez
Soneto II
Mecidos por la mar embravecida,
la furiosa impiedad de la tormenta
nos llevó hasta la faz desconocida
de una playa de náufragos hambrienta.
Acudieron bellísimas mujeres
y nos mostraron su esplendor desnudo;
después de seducirnos con placeres,
a algún incauto se comieron crudo.
Escupimos su denso bebedizo,
fermentado con ojos de tortuga,
para eludir el implacable hechizo
y perpetrar una ingeniosa fuga,
aunque siguen los negros pensamientos
oyendo en nuestra nave los lamentos.
Rosales
Soneto III
llevados por la furia de la historia,
asidos a los pálpitos sedientos
de odiseas grandiosas y de gloria.
Se alternaban conquistas y derrotas,
cebándose la muerte en las batallas.
Surcábamos los mares hasta ignotas
regiones de selváticas murallas.
Ocurrieron sangrientos altercados
que fueron a la larga hermosas gestas.
Multitudes de intrépidos soldados
libraron la mayor de las apuestas.
Fuimos hombres con sangre ennoblecida,
mecidos por la mar embravecida.
Teresa Fernandez
Soneto II
Mecidos por la mar embravecida,
la furiosa impiedad de la tormenta
nos llevó hasta la faz desconocida
de una playa de náufragos hambrienta.
Acudieron bellísimas mujeres
y nos mostraron su esplendor desnudo;
después de seducirnos con placeres,
a algún incauto se comieron crudo.
Escupimos su denso bebedizo,
fermentado con ojos de tortuga,
para eludir el implacable hechizo
y perpetrar una ingeniosa fuga,
aunque siguen los negros pensamientos
oyendo en nuestra nave los lamentos.
Rosales
Soneto III
Oyendo en nuestra nave los lamentos
de aquellos con la sangre atrincherada,
me uno con valor a sus intentos
de vivir con el alma renovada.
Disponemos de rutas y un timón
y de un mar recargado de futuro,
nada va a detener nuestra pasión
por querer derribar al monstruo impuro.
Esperamos ahora en el batiente
el abrazo de brío y de destreza
que siempre lanza el mar sinceramente
a los hombres que saben con certeza
que la muerte le llega tras la huida
del cíclope cegado por su herida.
de aquellos con la sangre atrincherada,
me uno con valor a sus intentos
de vivir con el alma renovada.
Disponemos de rutas y un timón
y de un mar recargado de futuro,
nada va a detener nuestra pasión
por querer derribar al monstruo impuro.
Esperamos ahora en el batiente
el abrazo de brío y de destreza
que siempre lanza el mar sinceramente
a los hombres que saben con certeza
que la muerte le llega tras la huida
del cíclope cegado por su herida.
Joan Casafont Gaspar.
Soneto IV
Soneto IV
"Del cíclope cegado por su herida"
con la sangre inyectando su mirada,
amarga como el néctar de la vida,
roja como la lava derramada.
Una sola mirada belicosa
bastó para cruzar las lunas llenas
con las blancas gaviotas fabulosas
en un mar maldecido por las penas.
Se vertieron los ojos inflamados
con lágrimas de rabia y de futuro.
Presiento el malestar de los callados
debajo del aroma del conjuro.
Y, al llegar el invierno a los pulmones,
"recogieron las olas las canciones".
con la sangre inyectando su mirada,
amarga como el néctar de la vida,
roja como la lava derramada.
Una sola mirada belicosa
bastó para cruzar las lunas llenas
con las blancas gaviotas fabulosas
en un mar maldecido por las penas.
Se vertieron los ojos inflamados
con lágrimas de rabia y de futuro.
Presiento el malestar de los callados
debajo del aroma del conjuro.
Y, al llegar el invierno a los pulmones,
"recogieron las olas las canciones".
Manolo Gimeno Cervera
Soneto V
Soneto V
Recogieron las olas las canciones
dibujando un perfecto pentagrama,
y en el mar una horda de legiones
luchaban con los mitos de esta trama.
Despertaban los dioses del ensueño
con ansias de llevar a los abismos
al grueso de la nave por empeño
a través de falsarios espejismos.
La flota prosperaba en la ofensiva
venciendo a los feroces huracanes
y al ver que estaba siendo productiva,
volvimos a soñar nuestros afanes.
Sentimos suspirar a las ballenas,
hechizadas con voces de sirenas.
dibujando un perfecto pentagrama,
y en el mar una horda de legiones
luchaban con los mitos de esta trama.
Despertaban los dioses del ensueño
con ansias de llevar a los abismos
al grueso de la nave por empeño
a través de falsarios espejismos.
La flota prosperaba en la ofensiva
venciendo a los feroces huracanes
y al ver que estaba siendo productiva,
volvimos a soñar nuestros afanes.
Sentimos suspirar a las ballenas,
hechizadas con voces de sirenas.
Teresa Amado Nervo
Soneto VI
Soneto VI
Hechizadas con voces de sirenas,
las ideas despiertan y se avivan;
por momentos perciben estar plenas
y con su ímpetu todo lo derriban.
Absortos en los héroes de ayer,
remando cada día van y vienen;
encuentran mientras singlan el placer
y logran la armonía que mantienen.
El puerto del atraque se marcó
y, en la carta, su nombre se destaca;
con una región libre se soñó,
y lo perpetrarán sin toma y daca.
Conseguirán forjar más ilusiones
que con sus fascinantes tentaciones.
las ideas despiertan y se avivan;
por momentos perciben estar plenas
y con su ímpetu todo lo derriban.
Absortos en los héroes de ayer,
remando cada día van y vienen;
encuentran mientras singlan el placer
y logran la armonía que mantienen.
El puerto del atraque se marcó
y, en la carta, su nombre se destaca;
con una región libre se soñó,
y lo perpetrarán sin toma y daca.
Conseguirán forjar más ilusiones
que con sus fascinantes tentaciones.
Manuel Mejía Sanchez-Cambronero
Soneto VII
Soneto VII
Que, con sus fascinantes tentaciones,
aquel lejano mar, enfurecido,
hechizó nuestro anhelo con visiones
de imágenes horribles, sin sentido.
Se oyeron unos cantos embrujados,
disueltos en las aguas azuladas,
y por ellos nos vimos arrastrados
hasta las playas solas y encalmadas.
La esperanza, de nuevo resurgida,
renacía al regreso a la nación.
Y la espada que al cinto fue ceñida
descansó de la guerra y la aflicción.
Los aullidos feroces de las hienas
llenaron de veneno nuestras venas.
aquel lejano mar, enfurecido,
hechizó nuestro anhelo con visiones
de imágenes horribles, sin sentido.
Se oyeron unos cantos embrujados,
disueltos en las aguas azuladas,
y por ellos nos vimos arrastrados
hasta las playas solas y encalmadas.
La esperanza, de nuevo resurgida,
renacía al regreso a la nación.
Y la espada que al cinto fue ceñida
descansó de la guerra y la aflicción.
Los aullidos feroces de las hienas
llenaron de veneno nuestras venas.
Josep Duran Upson
Soneto VIII
Soneto VIII
Llenaron de veneno nuestras venas
alentando el furor por el combate.
Olvidamos rencillas y condenas
a favor de un histórico remate.
La muerte convirtió la espuma en coro
y la sangre manó sin esperanza;
la rabia transformó la afrenta en lloro
tras la nueva bahía en lontananza.
Se nos rompió el espíritu al instante
con flechas, al truncarse la aventura,
y se esfumó la luz del navegante
en la sal del fragor de su andadura.
Despedazó Atenea su vestido
y el silencio amparó nuestro latido.
alentando el furor por el combate.
Olvidamos rencillas y condenas
a favor de un histórico remate.
La muerte convirtió la espuma en coro
y la sangre manó sin esperanza;
la rabia transformó la afrenta en lloro
tras la nueva bahía en lontananza.
Se nos rompió el espíritu al instante
con flechas, al truncarse la aventura,
y se esfumó la luz del navegante
en la sal del fragor de su andadura.
Despedazó Atenea su vestido
y el silencio amparó nuestro latido.
Fabio Jair Avellaneda
Soneto IX
Soneto IX
Y el silencio amparó nuestro latido,
llegando a los confines de este mundo,
donde vaga la sombra sin quejido
en el lecho de tierra más profundo.
Beben los muertos sangre derramada
y Tiresias acude a nuestra ofrenda;
será nuestra pregunta contestada,
profetizando el fin de la contienda:
“De sirenas oiréis los falsos cantos.
En la cueva respira el gran gigante.
De las aguas emergen los espantos.
Ni el oro que destelle ni el diamante.
Rey serás, y el rey siempre reposa
en el terso regazo de una diosa”.
llegando a los confines de este mundo,
donde vaga la sombra sin quejido
en el lecho de tierra más profundo.
Beben los muertos sangre derramada
y Tiresias acude a nuestra ofrenda;
será nuestra pregunta contestada,
profetizando el fin de la contienda:
“De sirenas oiréis los falsos cantos.
En la cueva respira el gran gigante.
De las aguas emergen los espantos.
Ni el oro que destelle ni el diamante.
Rey serás, y el rey siempre reposa
en el terso regazo de una diosa”.
Pepy Vallejo Cuevas
Soneto X
Soneto X
En el terso regazo de una diosa,
partimos por la mar a sus confines,
y fue nuestra mirada codiciosa
anclando entre corales y delfines.
La rosa de los vientos nos condujo
allende el Poseidón y su deseo;
cautivos de estupor y del embrujo,
rozamos el periplo de Odiseo.
Y fuimos in crescendo en la locura
al tiempo que mamamos su lenguaje,
añejo azul, miríada, bravura,
matices de odisea y hospedaje.
Vasto sueño quizás donde hemos sido
prisioneros de un mundo sin sentido.
partimos por la mar a sus confines,
y fue nuestra mirada codiciosa
anclando entre corales y delfines.
La rosa de los vientos nos condujo
allende el Poseidón y su deseo;
cautivos de estupor y del embrujo,
rozamos el periplo de Odiseo.
Y fuimos in crescendo en la locura
al tiempo que mamamos su lenguaje,
añejo azul, miríada, bravura,
matices de odisea y hospedaje.
Vasto sueño quizás donde hemos sido
prisioneros de un mundo sin sentido.
Ricardo Díaz
Soneto XI
Soneto XI
Prisioneros de un mundo sin sentido,
que muere entre grilletes y cerrojos
y sangra como un ciervo malherido
cubriendo amaneceres de despojos.
¡Rememos todos juntos, compañeros!,
frenemos la embestida dura y cruel
de aquellos poderosos caballeros
que tienen en sus manos el cincel
que labra nuestros sueños si dejamos
que venzan con sus cantos de sirena,
no hay duda, es imposible que rompamos
el yugo que a su fe nos encadena.
La voz no hay que dejarla silenciosa
a merced de una estrella vanidosa.
que muere entre grilletes y cerrojos
y sangra como un ciervo malherido
cubriendo amaneceres de despojos.
¡Rememos todos juntos, compañeros!,
frenemos la embestida dura y cruel
de aquellos poderosos caballeros
que tienen en sus manos el cincel
que labra nuestros sueños si dejamos
que venzan con sus cantos de sirena,
no hay duda, es imposible que rompamos
el yugo que a su fe nos encadena.
La voz no hay que dejarla silenciosa
a merced de una estrella vanidosa.
Verso Prisionero
Soneto XII
Soneto XII
A merced de una estrella vanidosa,
cobijamos la fuerza en los tendones;
el arco vibró en rápida, gloriosa
sinfonía de rotos corazones.
Despejamos la incógnita, brïosos
vencedores rotundos del combate;
estallaron los pechos, orgullosos:
Eros fue nuestro tórrido acicate.
Los rivales, insulsos apagados
bajo el sol, nos regaron de carmines
y un adagio de besos azulados
nos rozó con ensalmo de violines.
Con el triunfo tatuado en nuestra frente,
iniciamos la vuelta lentamente.
cobijamos la fuerza en los tendones;
el arco vibró en rápida, gloriosa
sinfonía de rotos corazones.
Despejamos la incógnita, brïosos
vencedores rotundos del combate;
estallaron los pechos, orgullosos:
Eros fue nuestro tórrido acicate.
Los rivales, insulsos apagados
bajo el sol, nos regaron de carmines
y un adagio de besos azulados
nos rozó con ensalmo de violines.
Con el triunfo tatuado en nuestra frente,
iniciamos la vuelta lentamente.
Marisa Lozano Fuego
Soneto XIII
Soneto XIII
Iniciamos la vuelta lentamente.
¡Cuán lejana quedaba la marea
de esa costa apartada del Oriente!
Nuestros cuerpos, untados con la brea,
carenados en sangre e infortunio,
pero ajenos al miedo y al fracaso,
a la pálida luz del plenilunio,
arribaron por fin ante el ocaso.
.
Pero nada concluye sin tropiezos,
y una vasta caterva de malditos
devastaba el hogar con sus atrezos
de indolente atavío de apetitos.
Y con ellos la espada fue inclemente,
con la paz arropada en nuestra mente.
¡Cuán lejana quedaba la marea
de esa costa apartada del Oriente!
Nuestros cuerpos, untados con la brea,
carenados en sangre e infortunio,
pero ajenos al miedo y al fracaso,
a la pálida luz del plenilunio,
arribaron por fin ante el ocaso.
.
Pero nada concluye sin tropiezos,
y una vasta caterva de malditos
devastaba el hogar con sus atrezos
de indolente atavío de apetitos.
Y con ellos la espada fue inclemente,
con la paz arropada en nuestra mente.
Marcos
Soneto XIV
Soneto XIV
Con la paz arropada en nuestra mente,
dejamos de pasar vicisitudes
y un eco melancólico y fulgente
nos alejó de aquellas latitudes.
Navegamos de nuevo por los mares
sorteando ciclones legendarios;
al regresar sin pausa a los hogares,
evitamos silentes adversarios.
Y llegamos a casa con urgencia
e intentando aliviar nuestras hazañas
allá donde reposa la impaciencia
y envejece el dolor de las campañas,
aunque a veces en sueños por momentos
zarpamos al capricho de los vientos.
dejamos de pasar vicisitudes
y un eco melancólico y fulgente
nos alejó de aquellas latitudes.
Navegamos de nuevo por los mares
sorteando ciclones legendarios;
al regresar sin pausa a los hogares,
evitamos silentes adversarios.
Y llegamos a casa con urgencia
e intentando aliviar nuestras hazañas
allá donde reposa la impaciencia
y envejece el dolor de las campañas,
aunque a veces en sueños por momentos
zarpamos al capricho de los vientos.
Rosales